
Cambié la vista por el tacto cuando era niña. Vivía en un pueblo donde no había mucha información ni mucho interés por las personas como yo. Por eso, tuve que dejar la escuela, una de las cosas que más disfrutaba. Al principio, me sentí muy frustrada porque pasé de ser una alumna destacada a ayudar en los quehaceres de mi casa.

Siempre me he caracterizado por salirme del diagnóstico, desde que mi mamá estaba embarazada, no le daban esperanza de que yo pudiera nacer; llegué a los ocho meses.

Nunca sabemos cuándo dejaremos de sentir, porque todo es un estado pasajero. Nuestros pensamientos están a la intemperie del día y nosotros a la del destino que se echa encima como si fuera una ola. Soy Diego y lo transmito por medio de mis palabras, al haber encontrado la paz en el agua a pesar de mi accidente.

Subirme a la bici y sentir el aire estrellarse en mi rostro me recuerda por qué estoy aquí. Hoy creo que la vida no se equivoca en lo que nos da y en lo que no. Cuando era niño, no podía ver las cosas así, pero ahora, como adulto, agradezco todas las cualidades que he podido desarrollar a pesar de mi discapacidad visual.

Siempre fui futbolero, fanático del Santos. De niño jugaba, todos notaban mi facilidad para el deporte, hasta me invitaron a jugar en el Atlas. Pero, no quería dejar mi casa en Chihuahua para irme a Guadalajara.